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Los SAFE, una opción para inversionistas en ‘startups’ con ventajas… y también algunos riesgos

México - 

Adoptar un acuerdo SAFE puede resultar muy conveniente tanto para el inversionista como para la ‘startup’ que recibe la inversión. Sin embargo, resulta pertinente conocer todos los pros y los contras de este tipo de acuerdos. Lo analizamos a continuación.

Los Acuerdos Simplificados sobre Acciones Futuras o SAFE, por sus siglas en inglés (Simple Agreement for Future Equity), son un tipo de contrato por el cual un inversionista entrega cierta cantidad de dinero a una startup, a cambio de la promesa de obtener acciones en el futuro, siempre y cuando se cumplan las condiciones acordadas entre las partes.

La inversión documentada en el SAFE es semilla, generalmente previa a que la startup pueda ser valuada con precisión. Esto implica que, para facilitar el cierre, el inversionista no suscribe acciones en ese momento. Las partes acuerdan un límite de valuación (valuation cap) de la startup con base al cual se calcularán las acciones que emitirá en el futuro para el inversionista a cambio de su inversión. Esto es, de cumplirse las condiciones acordadas en el SAFE, el Inversionista podría suscribir más acciones que las que le hubieran correspondido si se hubieran emitido con base a su inversión inicial.

El SAFE es un contrato modelo y su adopción pretende aprovechar la estandarización para que las partes ahorren tiempo, así como gastos y costos de asesores. En este sentido, conforme al modelo, la conversión está sujeta a la condición suspensiva de que ocurra una ronda de inversión cuando la startup tenga una valoración real de mercado.

Además de la condición suspensiva, el SAFE establece que está vigente hasta que (i) se cumpla la condición para la conversión a acciones ordinarias del inversionista, (ii) se devuelva la inversión al inversionista o cualquier otra cantidad acordada si se da un cambio de control, o se entreguen acciones que representan el capital social si colocan entre el gran público inversionista (eventos de liquidez), o (iii) si se disuelve y liquida la startup.

Desde el punto de vista de la startup, el SAFE puede ser un instrumento atractivo, toda vez que se parte de un contrato modelo muy sencillo, que no es objeto de negociación, además de que no es necesario hacer un aumento de capital, ni pagar intereses sobre la inversión recibida. Del lado del inversionista, en la medida en que la startup sea exitosa este puede recibir un retorno significativo con relación a su aportación inicial.

No obstante lo anterior, además de la posibilidad de perder su inversión, y tomando en cuenta que durante el periodo entre la celebración del SAFE y hasta que se cumpla la condición suspensiva el inversionista no recibirá intereses, existen otros riesgos para el inversionista asociados con un SAFE, toda vez que no tiene derechos corporativos ni oponibilidad respecto del contrato.

Como ya comentamos, el inversionista tiene derecho a recibir acciones en el futuro, cuando la startup tenga una valoración real de mercado. Pero mientras no suscriba estas acciones será un tercero sin voz ni voto respecto de la startup.

Al menos conforme a derecho mexicano, salvo que se acuerde otra cosa en estatutos o en un contrato, solo los accionistas pueden nombrar consejeros para el órgano de administración de una sociedad mercantil. Asimismo, solo los accionistas que tengan un porcentaje mínimo de participación pueden convocar a una asamblea, o exigir información financiera o sobre la gestión de la empresa.

Por lo que se refiere a derechos de voto, el inversionista no tendrá ningún derecho para votar en temas como cambios en el plan de negocios de la sociedad, cambio de domicilio o el nombramiento de consejeros, entre otros.

Por otra parte, el SAFE no es oponible ante terceros. Al no ser accionista, el inversionista no aparece en los registros corporativos de la sociedad y, al menos en México, el contrato no es inscribible en registros públicos. Esto es relevante porque, en caso de que exista una ronda de inversión, el Inversionista solo puede exigirle a la startup que respete los acuerdos asumidos en el SAFE, pero no así a los inversionistas nuevos. Asimismo, salvo por la información que les proporcione la startup, un inversionista nuevo solo puede saber de la existencia de compromisos que pueden afectar su participación por un SAFE en la medida que la startup lo divulgue en el due diligence.

Otro punto a considerar es que, en caso de disolución y liquidación de la startup el inversionista SAFE queda subordinado a todos los acreedores ordinarios, incluyendo a los acreedores conforme a créditos convertibles, y su crédito solo es pari passu al de otros inversionistas SAFE, y preferente únicamente frente a los accionistas ordinarios.

Lo anterior no tiene por objeto dejar de resaltar las virtudes de un SAFE, particularmente en las etapas más tempranas de una startup, cuando las eficiencias que ofrece pueden facilitar significativamente la viabilidad del negocio, pero es útil entender los riesgos accesorios para los inversionistas que son particulares e inherentes a este instrumento modelo.