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La partícula Dios

 | ABC
Antonio Garrigues

Este fue el apodo (“God particle”) –que luego ha derivado a ser “la partícula de Dios”- que el premio nobel León Lederman dio al Bosón de Higgs y que utilizó como título de un libro sobre la formación del universo para hacerlo más popular y atractivo. De hecho él quería llamar a esa partícula “la maldita partícula” (“the goddman particle”), justamente por la dificultad de encontrarla, pero el editor del libro no se lo permitió.

 

El descubrimiento del bosón de Higgs –que podría llamarse de Anderson-Higgs por cuanto el también nobel Anderson fue el que planteo originalmente la idea básica en 1963- ha generado en todo el mundo un interés espectacular especialmente, como es lógico, en el mundo científico pero sus implicaciones desbordan claramente el campo de la ciencia y penetran en el mundo económico, en el político y también en el religioso. A esas últimas implicaciones se dedica esta reflexión.

En lo que atañe al mundo religioso hay que destacar, con sorpresa, la pronta reacción de la Conferencia Episcopal Española ante este descubrimiento. Su portavoz, Juan Antonio Martínez Camino, ha dado oficialmente “la bienvenida a la partícula de Dios” y ha asegurado también que la teología no se va a derrumbar exista o no el bosón de Higgs porque la física nunca podrá dar una respuesta completa a la pregunta de porque existe algo en vez de nada, “ya que no tiene instrumentos para ello”. Dios –añade- ha creado “todas las cosas por amor” y “el amor no se puede pesar y sin embargo, esa es la razón de que exista algo”.

Este género de posiciones puede volver a despertar y a reabrir la siempre complicada relación entre religión y ciencia y dará lugar, sin duda, a nuevos debates que habría que intentar que fueran constructivos. Stephen Hawking excluyó categóricamente “la posibilidad de que Dios crease el universo” pero la tendencia dominante en el mundo científico es la de respetar la compatibilidad entre ambas visiones. Einstein, -aunque no aceptaba la idea de un Dios que “se involucra con los destinos y las acciones de los seres humanos”– mantuvo siempre que “la ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega”. En este mismo sentido, el ex dominico Francisco Ayala, nuestro biólogo que ha recibido el premio Templeton, precisamente por ocuparse de este tema, insiste en que la ciencia y la religión son “dos ventanas para mirar el mundo, que es el mismo para ambas, aunque lo que se ve desde esas ventanas es completamente diferente”. Es ahí por donde debemos profundizar.

Lo que tenemos que evitar es que el descubrimiento del bosón de Higgs –una partícula subatómica que tiene un papel fundamental en el mecanismo por el que se origina la masa en el universo- se acabe convirtiendo en una nueva “excusa” para radicalizar la confrontación entre evolucionistas y creacionistas. El riesgo de esa radicalización es cierto y es especialmente peligroso en países como los Estados Unidos y, aunque en menor medida, España, en donde el papel y el protagonismo de las religiones se está haciendo excesivamente agresivo y dogmático y, también, excesivamente influyente en la vida política e incluso en la convivencia ciudadana. Hay que lograr entre todos controlar esta deriva absurda. George Ellis, presidente de la Sociedad Internacional para la Ciencia y la Religión, manifiesta la preocupación de que “se está obligando a la gente a elegir entre religión y ciencia y eso hará que mucha gente elija la religión con lo que la ciencia saldrá perdiendo”.

Las implicaciones en el mundo político y económico son también importantes. En el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN), que ya es una institución global, la participación española ha sido importante desde la construcción del acelerador de partículas en donde participaron 35 empresas españolas, tanto constructoras como tecnológicas, que demostraron una alta capacidad de eficacia, que les ha servido como referencia y como apoyo para otras muchas presencias de esas empresas en proyectos internacionales. En la actualidad hay un centenar de investigadores españoles en plantilla y en total el número de científicos que han participado en el mayor laboratorio mundial de física es del orden de 550. Podemos sentirnos orgullosos de nuestra participación en el CERN que ha tenido además una alta rentabilidad en otros aspectos. No sería por ello aceptable que la crisis económica afectara de forma dramática al apoyo a la ciencia pero es de temer que se produzca ese efecto, tanto en cuanto nuestra aportación al CERN como a la ayuda en general a la investigación científica.

En su último número (Julio 2012) “Nature Neuroscience”, una de las más importantes revistas científicas del mundo, dedica una durísima editorial a la situación en España que comienza con las famosas palabras de Santiago Ramón y Cajal “al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia” y en donde se critica unos recortes drásticos en investigación y desarrollo que superan los 600 millones de euros y la desaparición del ministerio dedicado específicamente a estos temas. Según el editorialista este comportamiento además de “menoscabar los avances llevados a cabo por el estamento científico durante las tres últimas décadas”, va “a sabotear los desarrollos de la investigación tecnológica que podrían ayudar a la recuperación económica y a la competitividad global en este terreno”. Y añade: “Temiendo en cuenta el stress económico que afronta el gobierno español, es sin duda necesario aplicar la austeridad” pero hay que hacerlo con una inteligente planificación que permita entre otras cosas “retener el talento investigativo existente y atraer a la siguiente generación de innovadores científicos”, y todo ello “para que España no caiga en un agujero del que quizá no se recupere nunca”. Haríamos ciertamente mal en volver al que “inventen ellos”, una tentación permanente en la vida española. Nos cuesta demasiado entender la rentabilidad de la ciencia y su impacto positivo en la imagen del país, lo que nos conduce a elegir mal las prioridades.

Sobre este tema, el físico Pedro Miguel Etxenike, premio Príncipe de Asturias entre otras muchas distinciones, gusta mencionar el siguiente diálogo entre el Senador americano Pastore y el físico Dr. Robert Wilson: “Senador Pastore: ¿Hay algo, relacionado con este acelerador que, de alguna manera ayude a la seguridad del País? - Dr. Wilson: No, señor. No lo creo. - Senador Pastore: ¿Nada en absoluto? - Dr. Wilson: Nada en absoluto. - Senador Pastore: ¿No tiene en ese sentido ningún valor? - Dr. Wilson: Sólo tiene que ver con el valor que nos otorgamos los unos a los otros, con el mutuo respeto, la dignidad del hombre, nuestro amor por la cultura. Tiene que ver con esas cosas. Tiene que ver con buenos pintores, buenos escultores y grandes poetas. Quiero decir, todas esas cosas que los hombres respetamos, veneramos y queremos en nuestro país y por lo que somos patriotas. No tiene nada que ver directamente con la defensa de nuestro País, excepto en hacer que merezca la pena defenderlo”.

Es ciertamente una bella respuesta para entender las implicaciones de la “partícula Dios”.