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El 'Botsourcing' y el futuro del trabajo

 | Cinco Días
Cecilia Pérez Martínez (asociada principal del dpto. Laboral Madrid)

La Máquina no es más que una herramienta, al fin y al cabo, que puede contribuir al progreso humano encargándose de una parte de los cálculos e interpretaciones. La tarea del cerebro humano sigue siendo la que siempre ha sido; la de descubrir nuevos datos para ser analizados e inventar nuevas fórmulas para ser probadas. Es una lástima que la Sociedad Humanitaria no quiera entenderlo así.

—¿Están contra la Máquina?— Hubieran estado contra las matemáticas o contra el arte de escribir si hubiesen vivido en el tiempo adecuado. Estos reaccionarios de la Sociedad pretenden que la Máquina priva al hombre de su alma. He observado que hombres perfectamente capaces están todavía llenos de prejuicios en nuestra sociedad; necesitamos todavía el hombre que sea suficientemente inteligente para pensar en las preguntas adecuadas. Quizá si pudiésemos encontrar un número suficiente de ellos, estas perturbaciones que le preocupan, Ordenador, no se producirían. ISSAC ASIMOV, Yo, Robot, 1950.

Resulta curioso —e incluso inquietante— cómo el futuro visto por escritores y cineastas de ciencia-ficción del siglo pasado, en algunos aspectos, se está convirtiendo en ciencia- realidad. ¿Son premoniciones, meras coincidencias o el resultado del afán de constante superación del ser humano, que busca la materialización de aquello que imagina? Seguramente, sea una combinación de las tres.

Parece que se ha consolidado el concepto que Jeremy Rifkin introdujo en el año 2011 en su libro La Tercera Revolución Industrial: Cómo el poder lateral está transformando la energía, la economía y el mundo acerca de que estamos viviendo la Tercera Revolución Industrial. Y parte de esta imparable revolución es la robotización, de cuyas consecuencias en distintos ámbitos se está hablando mucho en la actualidad.

Consecuencia directa de la robotización en el ámbito laboral es el botsourcing —o la utilización de robots para sustituir la mano de obra humana—. Los posibles efectos de este fenómeno están dando lugar a numerosas y distintas opiniones y propuestas de medidas para tratar de paliar sus posibles efectos perniciosos: una drástica destrucción de puestos de trabajo y un menor ingreso de los Estados (impuestos sobre la renta de las personas físicas y cotizaciones a la Seguridad Social). Entre dichas propuestas, cabe mencionar, dada su publicidad en los medios de comunicación por quienes lo defienden (Bill Gates, co-fundador de la multinacional Microsoft, o Benoît Hamon, socialista francés) la de gravar con impuestos a los robots. Arguyen sus defensores: si los robots sustituyen a los humanos en un trabajo, ¿por qué no les aplican los mismos impuestos (incluyendo cotizaciones a la Seguridad Social)? Desde luego, no es ilógico el planteamiento, a priori, pero ello abre la discusión de cómo, jurídicamente, se puede ejecutar.

Ante los cambios que en este contexto está sufriendo y sufrirá el trabajo como lo hemos concebido en los últimos tiempos, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha lanzado la “Iniciativa del centenario sobre el futuro del trabajo” y ha creado una unidad específica, con miras a elaborar un informe y recomendaciones en el año 2018 y la posible adopción de una Declaración del Centenario en el año 2019.

Resulta especialmente interesante la Nota Informativa 1 de la referida Iniciativa sobre el futuro del trabajo elaborada por la OIT sobre los impactos de los cambios tecnológicos en la cantidad y calidad de los trabajos. En ella se concluye que la historia ha demostrado que, en términos netos, los cambios tecnológicos no han destruido empleo: aunque el primer efecto de tales cambios es la desaparición de puestos de trabajo, también se crean otros. No obstante, se cuestiona si en esta ocasión la historia se repetirá o si en realidad estamos ante una Cuarta Revolución Industrial, basada “en los logros de las corrientes anteriores del cambio tecnológico (incluida la tecnología de la información (TI) y la automatización) y las une para producir un crecimiento de la productividad a un ritmo exponencial y sin precedentes”. Tras un análisis previo introductorio, se plantean en la Nota las preguntas clave para los debates futuros en el seno de la Iniciativa (por ejemplo, ¿qué empleos están en riesgo?, ¿qué medidas se pueden tomar?, ¿es preciso pensar en ingresos básicos?”).

Como parte de esta Iniciativa, y para responder a las preguntas clave, se celebró en Madrid una conferencia nacional tripartita sobre el “futuro del trabajo que queremos”. Aunque con escepticismo, incertidumbre, y más o menos tecno-pesimismo sobre los efectos de la nueva era digital en el trabajo, los agentes sociales presentes en la conferencia coincidieron en la necesidad de afrontar los nuevos retos desde la perspectiva del “presente continuo”, es decir, analizando el presente partiendo del futuro del trabajo que queremos construir y no el que podamos intentar predecir.

Por su parte, en el seno de la Unión Europea, los grandes avances de la robótica y de la inteligencia artificial han llevado a que el Parlamento Europeo, mediante Resolución de 17 de febrero de 2017, solicite a la Comisión que presente una propuesta de Directiva relativa a las normas de legislación civil en materia de robótica. En esta Resolución, en materia de empleo, cabría destacar la petición expresa del Parlamento a la Comisión de que analice las consecuencias que la robótica podrá tener para la viabilidad de los sistemas de seguridad social de los Estados miembros.

En conclusión, el tradicional derecho del trabajo no está preparado para la robotización y tendrá que ir reinventándose según vaya siendo indispensable regular las nuevas situaciones que se presenten en sociedad, como, según podemos observar, ya está ocurriendo. El problema no es la robotización, que es imparable, sino, como vaticinaba Asimov, pensar en las preguntas adecuadas a resolver, para construir el futuro del trabajo que se adapte a las necesidades de la sociedad en cada momento.